1º mandamiento
- YO SOY EL SEÑOR TU DIOS. AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, CON TODA TU ALMA Y CON TODAS TUS FUERZAS
- «Yo Soy El Señor, Tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto; porque Yo Soy El Señor, Tu Dios, Un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen; y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos» (Deut.5.6-10 == Ex.20.2-6).
- La afirmación: «Yo Soy el Señor tu Dios» implica para el fiel guardar y poner en práctica las tres virtudes teologales, y evitar los pecados que se oponen a ellas. La fe cree en Dios y rechaza todo lo que le es contrario, como, por ejemplo, la duda voluntaria, la incredulidad, la herejía, la apostasía y el cisma. La esperanza aguarda confiadamente la bienaventurada visión de Dios y su ayuda, evitando la desesperación y la presunción. La caridad ama a Dios sobre todas las cosas y rechaza la indiferencia, la ingratitud, la tibieza, la pereza o indolencia espiritual y el odio a Dios, que nace del orgullo. (CCIC, 442).
- Las palabras «adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo darás culto» suponen adorar a Dios como Señor de todo cuanto existe; Rendirle el culto debido individual y comunitariamente; Rezarle con expresiones de alabanza, de acción de gracias y de súplica; Ofrecerle sacrificios, sobre todo el espiritual de nuestra vida, unido al sacrificio perfecto de Cristo; Mantener las promesas y votos que se le hacen. (CCIC, 443).
- Todo hombre tiene el derecho y el deber moral de buscar La Verdad, especialmente en lo que se refiere a Dios y a la Iglesia, y, una vez conocida, de abrazarla y guardarla fielmente, rindiendo a Dios un culto auténtico. Al mismo tiempo, la dignidad de la persona humana requiere que, en materia religiosa, nadie sea forzado a obrar contra su conciencia, ni impedido a actuar de acuerdo con la propia conciencia, tanto pública como privadamente, en forma individual o asociada, dentro de los justos límites del orden público. (CCIC, 444).
- Con el mandamiento «No tendrás otro Dios fuera de mí» se prohíbe ((CCIC, 445)):
- 1. El politeísmo y la idolatría, que diviniza a una criatura, el poder, el dinero, incluso al demonio;
- 2. La superstición, que es una desviación del culto debido al Dios verdadero, y que se expresa también bajo las formas de adivinación, magia, brujería y espiritismo;
- 3. La irreligión, que se manifiesta en tentar a Dios con palabras o hechos; En el sacrilegio, que profana a las personas y las cosas sagradas, sobre todo La Eucaristía; En la simonía, que intenta comprar o vender realidades espirituales;
- 4. El ateísmo, que rechaza la existencia de Dios, apoyándose frecuentemente en una falsa concepción de la autonomía humana;
- 5. El agnosticismo, según el cual, nada se puede saber sobre Dios, y que abarca el indiferentismo y el ateísmo práctico.
- En el Antiguo Testamento, el mandato «no te harás escultura alguna» prohibía representar a Dios, absolutamente trascendente. A partir de la encarnación del Verbo, el culto cristiano a las sagradas imágenes está justificado (como afirma el II Concilio de Nicea del año 787), porque se fundamenta en el Misterio del Hijo de Dios hecho hombre, en el cual, el Dios trascendente se hace visible. No se trata de una adoración de la imagen, sino de una veneración de quien en ella se representa: Cristo, la Virgen, los ángeles y los santos. (CCIC, 446).
- La Palabra De Dios nos ordena a la Unidad Total, a Adorarle, a Confesarle públicamente, a la Obediencia extrema…: «Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús. ÉL, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor»» (Flp.2.5-10). Lo ha jurado: …«Juro que toda rodilla se doblará ante mí y toda lengua dará gloria a Dios, dice el Señor» (Rom.14.11).
- Como forma suprema de Adorarle ordena lo siguiente: «Luego tomó El Pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Después de la cena hizo lo mismo con La Copa, diciendo: «Esta Copa es la Nueva Alianza sellada con Mi Sangre, que se derrama por ustedes» (Lc.22.19-20). También lo cuenta San Pablo, destacando además la dignidad con que se ha de hacer, y advirtiendo de la condenación que supone la indignidad: «Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó El Pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. ¡Hagan esto en memoria mía!». De la misma manera, después de cenar, tomó La Copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía». Y así, siempre que coman este Pan y beban esta Copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que ÉL vuelva. Por eso, el que coma El Pan o beba La Copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta dEl Cuerpo y de La Sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este Pan y beber esta Copa; porque si come y bebe sin discernir El Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación». (1Cor.11.23-29). Y es que, sin lugar a dudas, ese Pan y esa Copa De Vino, son VERDADERAMENTE El Cuerpo y La Sangre de Jesucristo: «Yo Soy El Pan Vivo Bajado Del Cielo. El que coma de este Pan vivirá eternamente, y el Pan que yo daré es Mi Carne para la Vida del mundo». Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer Su Carne?». Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen La Carne Del Hijo Del Hombre y no beben Su Sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré en el Último Día. Porque Mi Carne es la Verdadera Comida y Mi Sangre, la Verdadera Bebida. El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por El Padre que tiene Vida, vivo por El Padre, de la misma manera, el que Me Come Vivirá por Mí. Este es El Pan Bajado Del Cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que Coma de Este Pan Vivirá Eternamente»». (Jn.6.51-58).
- Otra cosa que también ordena es permanecer en ÉL, no separado, ser sus discípulos, y dar fruto abundante: «Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo Soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos» (Jn.15.4-8). Además, es muy severo al afirmar qe no hay posición intermedia, o se está con ÉL o se está contra ÉL, advirtiendo que el que se posiciona contra Su Espíritu, el Espíritu Santo, no será perdonado jamás: «El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. Por eso les digo que todo pecado o blasfemia se les perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Al que diga una palabra contra el Hijo Del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el futuro» (Mt.12.30-32) Obviamente, «hablar en contra de», no restringe el enunciado sólo al pecado de palabra, sino que, establece un mínimo, pues es más grave actuar que sólo hablar (muchas veces las palabras se las lleva el viento, que dice el dicho popular). Note además, que hablar en contra del Espíritu Santo, es ir más hallá de dirigirse a ÉL con palabras impropias, es difamarle. Por eso es tán grave el protestantismo, por que se posiciona en contra de cristo (esto es lo que significa «anticristo»), y, frecuentemente, también o muy próximo, contra el Espíritu Santo, que es quien Guía e Inspira a La Iglesia De Cristo. «Hijos míos, ha llegado la última hora. Ustedes oyeron decir que vendría un Anticristo; En realidad, ya han aparecido muchos anticristos, y por eso sabemos que ha llegado la última hora. Ellos salieron de entre nosotros, sin embargo, no eran de los nuestros. Si lo hubieran sido, habrían permanecido con nosotros. Pero debía ponerse de manifiesto que no todos son de los nuestros» (1Jn.2.18-19). Ante el temor de haber cometido el pecado contra El Espíritu Santo, la respuesta es negativa: El que peca contra el Espíritu Santo, se «desconecta» de ÉL, que es quien convence de pecado; Por lo tanto, el que teme haber cometido ese pecado, el sólo acto de temerlo, es prueba de que aún puede ser tocado por el Espíritu Santo… Concretamente, El Espíritu Santo nos convence de nuestros pecados (Jn.16.8), y ahí podemos reconocer Su Presencia, en ser capaces de reconocer la justicia y el pecado.
- Relativo al Amor y a la Adoración, hay otras muchas cosas que Dios nos ordena. ÉL nos instrulle sobre como orar, sobre como rendirle culto, sobre como relacionarnos con ÉL, es decir, sobre la Religión (Religión significa Relación Con Dios). Pero sólo en una ocasión ha recurrido a su autoridad universal de esta forma tan solemne: «Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean Mis Discípulos, Bautizándolos en El Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he Mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo»» (Mt.28.18-20). Entre las acciones que Dios ordena con este Mandato Universal, está el Bautismo, del cual especifica la fórmula. El Bautismo De Juan es un Bautismo De Conversión en cuanto al Arrepentimiento, y sirve para el Perdón de los pecados de los Judíos, mientras que el Bautismo De Cristo es para hacer nuevos Cristianos, y también implica el Perdón de los pecados, pero no sólo de los judíos, previamente Circuncidados. En efecto, «Hay un solo Señor, una sola Fe, un solo Bautismo» (Ef.4.5). Este sólo Bautismo es el de Jesucristo, es decir, el del Nuevo Pacto. …«ÉL ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones. Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona»… (Ef.2.14-15). A San Pablo sólo le hizo falta una frase para hacerse entender perfectamente: ««Entonces, ¿qué bautismo recibieron?», les preguntó Pablo. «El de Juan», respondieron. Pablo les dijo: «Juan bautizaba con un bautismo de penitencia, diciendo al pueblo que creyera en el que vendría después de él, es decir, en Jesús». Al oír estas palabras, ellos se hicieron bautizar en el nombre del Señor Jesús» (Hech.19.3). Y aún añadiré una puntualización más: «en el nombre del Señor Jesús» significa «con la autoridad de Jesús», y no «excluyendo a Dios Padre y al Espíritu Santo», lo cual es contrario a lo ordenado por Jesús mismo en el Mandato Universal ya aludido. Cuando «Hicieron comparecer a los Apóstoles y los interrogaron: «¿Con qué poder o en nombre de quién ustedes hicieron eso?»» (Hech.4.7), es obvio que le están preguntando por la autoridad, y no que nombre pronunciaban mientras lo hacían.
- Así como La Circuncisión es el Signo de adesión al antiguo pacto, el Bautismo es el Signo de adesión al Nuevo Pacto, y el incircunciso queda excluido de aquel pacto, de su familia, del Pueblo De Dios. Por esto, al igual que Juan El Bautista (Lc.1.59), Jesús también se Circuncida (Lc.2.21), y recibe el Bautismo de los Judíos Circuncisos (Lc.3.21-22). Ambos recibieron La Circuncisión al octavo día (Lc.1.59, Lc.2.21), como prescribe la ley que obliga a los padres: «Después, Dios dijo a Abraham: «Tú, por tu parte, serás fiel a mi alianza; tú, y también tus descendientes, a lo largo de las generaciones. Y esta es mi alianza con ustedes, a la que permanecerán fieles tú y tus descendientes: todos los varones deberán ser circuncidados. Circuncidarán la carne de su prepucio, y ese será el signo de mi alianza con ustedes. Al cumplir ocho días, serán circuncidados todos los varones de cada generación, tanto los nacidos en la casa como los que hayan sido comprados a un extranjero, a alguien que no es de tu sangre. Sí, tanto los nacidos en tu casa como los que hayan sido comprados, serán circuncidados. Así ustedes llevarán grabada en su carne la señal de mi alianza eterna. Y el incircunciso, aquel a quien no se haya cortado la carne de su prepucio, será excluido de su familia, porque ha quebrantado mi alianza»» (Gn.17.9-14).
- El momento de la Circuncisión, el octavo día, es una cosa que no ha cambiado en el Nuevo Pacto, sino que La Iglesia, con la autoridad que Dios le ha dado (Mt.16.19, Jn.20.21-23, Mt.28.18-20) ha relajado/flexibilizado. Otra cosa que no ha cambiado es el caracter obligatorio: «Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios»»… (Jn.3.3-5+).
Este es el capítulo 8º de la Serie «Definiciones Cristianas Básicas», 10ª entrega.